domingo, 18 de octubre de 2009

Dimita

Las estadísticas de nuestro país en materia de violaciones y niñas/ esposas abandonadas son escalofriantes. La sociedad, los medios de comunicación y las instituciones condenan con frecuencia esta situación achacándola a varones sinvergüenzas que se aprovechan de las niñas y las dejan desamparadas. De hecho, no solamente somos nosotros los abochornados por esta situación, sino que en muchos espacios internacionales somos conocidos como un país en el que hasta la prostitución infantil es reclamo turístico. La Secretaria de Salud y la Secretaria de la Mujer, entre otras, intentan disminuir nuestras inadmisibles cifras de embarazos en adolescentes. A pesar de los esfuerzos, no logramos avanzar lo sufienciente.

En medio de todas estas crisis sociales nos aparece el diputado Julio Romero diciéndonos que fue seducido por una menor y que, en todo caso, el Comité de Ética no aprobara su destitución. Con la frescura y descaro, alega que en República Dominicana violar una menor es normal… Que el incumplimiento de la ley sea promovido por un legislador no recuerdan las páginas de la historia universal. Entiende y lo expone en público, que quebrantar la ley es normal en nuestra querida Quisqueya.

¿Por qué si la gente ve como normal el que sea cesado o destituido de su puesto sus compañeros de grupo y de Congreso observan un comportamiento tan sórdidamente cómplice? Máxime cuando pertenece a un partido político que pretende ser alternativa de poder en las próximas elecciones, con un discurso moralizante y un carácter netamente farisaico. Un congresista del partido de José Francisco Peña Gómez, que pertenece a la Internacional Socialista, no puede violar niñas y quedar impune.

¿Por qué tenemos que soportar que esta gente esté en el poder? Yo, desde luego, no lo entiendo ni lo acepto, ni creo que la sociedad admita que reglamentos parlamentarios impidan el procesamiento y destitución del diputado violador.

Ya no sólo se utiliza el PIB para calibrar el avance de un país. En la actualidad se habla de gobernanza, esto es, prácticas de buen gobierno vinculadas a valores éticos como requisito imprescindible para el orden social justo. Cuando veo los hospitales repletos de niñas que no se atreven a denunciar al violador por miedo a represalia se me abren las venas, y ahora nuestro diputadito les quiere llenar de moscas la boca.

Señores diputados y diputadas hagan que este señor salga de nuestro Congreso. Señor Julio Romero, usted no necesita un dictamen del Comité de Ética sino una regeneración de su conducta. ¡Dimita!