viernes, 31 de julio de 2009

El Vianco que conozco

Conozco a Vianco como lo conocen muchos de sus colegas. Lo he visto luchar por causas por las que ya nadie se arriesga. En la cordillera Central, por ejemplo, -y sólo hay que ir a los parajes de Padre Las Casas, en Azua, para verlo- ha hecho construir dos escuelas y una clínica rural, y ha hecho nombrar médicos, medicas, enfermeras, maestras y maestros, todo eso a base de empeño, lucha y dedicación, y a fuerza de poner sus artículos periodísticos y sus fotografías al servicio de las comunidades más necesitadas.

Mi admiración y mi respeto por este periodista sin igual creció el día que me enteré que una vez las y los campesinos de la sierra estaban acorralados por las aguas de una crecida, en medio de una tormenta, y tras una llamada que recibió de sus amigos, los campesinos, Vianco movió el mundo y logró que las autoridades enviaran un helicóptero para sacar a un grupo de mujeres embarazadas a dar a luz a la ciudad para que no corrieran la misma suerte que una mujer que en un parto se complicó, según él, en esa misma zona.

Cuando un periodista ha enfrentado problemas, Vianco es el primero que llega y el último que se va. Recuerdo aquella ocasión en que el país entero -especialmente los y las periodistas- se enteraron de que una comunicadora de Samanà llamada Erica Guzmán
estaba siendo amenazada, y Vianco propuso -y además, encabezó- una caravana de solidaridad para impedir que aquel episodio tuviera un desenlace lamentable.

Escucho con deleite los relatos del tiempo en que era reportero y estoy segura que si yo hubiera sido reportera, hubiera querido ser como él. Vianco Martínez es un periodista cabal. Nunca lo he visto pedir nada para él y siempre que levanta una bandera, es la bandera de las y los otros. Vianco tiene una dignidad a prueba de balas con la que nadie nunca ha podido. Ayer oí a una comunicadora decir que todos los periodistas de su tiempo han querido ser tan aguerridos como él. Creo que por eso lo respetan sus colegas y lo quieren sus amistades.

Ese es el Vianco Martínez que tengo el honor de conocer. Y ese es el hombre que fue ultrajado en el Teatro Nacional por unos espalderos insignificantes que creyeron más en el poder de sus pistolas y de la fuerza bruta, que en la dignidad de un ser humano.
Es verdad que nos hemos vuelto indolentes frente al abuso y la injusticia, y que muchas veces el poder del dinero se ha impuesto frente a la dignidad de los seres humanos. Pero esto que le ha pasado a Vianco Martínez, definitivamente, no lo podemos permitir.

Si Vianco pierde esta pelea -sea porque no encuentre la solidaridad suficiente de sus compañeros y sus amigos o porque la justicia se enrede en tecnicismos y no falle a su favor- este país se hará un poquitico más inhabitable, y ejercer el periodismo se convertirá en una verdadera humillación.

Creo que llegó el momento de decirle NO a la violencia, a la forma violenta de resolver las cosas y demostrarle a Vianco que lo queremos tal y como es, y que este sigue siendo un país a la medida de sus sueños.

lfondeur@gmail.com