domingo, 9 de agosto de 2009

¿Se irán igual que Pinochet quienes me robaron los sueños?

¿Se irán igual que Pinochet quienes me robaron los sueños?


Mientras subía las escaleras, un fuerte dolor se le instaló en el pecho. Una mezcla de angustia, desesperanza y nostalgia la invadió. Hace unos 20 años había subido estas mismas escaleras, y la imagen de aquel momento llegó a su memoria.

Cuando estudiaba medicina en INTEC y realizaba la pasantía en Cambita Garabito, en ocasiones tomaba un papel para escribir lo que no podía expresar pronunciando palabras, lo que de una u otra forma le era imposible entender. Algunos de estos escritos fueron publicados por el periódico de la universidad, sin ningún otro objetivo que no fuese compartir su sentir.

Los viernes en la tarde, los y las estudiantes se reunían con el profesor para evaluar su labor en el campo. Ese viernes estaba cansada, tenía muchos deseos de llegar a la ciudad, a su casa. Su compañera de pasantía y ella dieron la consulta con mucha prisa para poder tomar varias guaguas para llegar a la capital.

Al entrar al departamento de salud, Cristina, la secretaria, quien es más que una amiga para los y las estudiantes de aquella época, hace un aparte y le dice: “Lilliam, te llegó una comunicación de la rectoría, pasa esta tarde por allá”.

En ese momento se sintió como una niña, “¿qué diablos hice?, volví a tener 5 años y a robarme la muñeca de mi hermana, joder”. En su cabeza pasaron todas las escenas de posibles comportamientos inadecuados, quizás por preguntar demasiado al director del subcentro, o por enseñarle cosas que no están en los libros de texto a las mujeres, o por romper algunos esquemas de una doctora pueblerina. En fin, tomó una respiración profunda, levantó el pecho, recordó la mirada de su madre y subió las escaleras.

Aquellas escaleras de caoba, bien pulida, brillaban demasiado para una adolescente que vivía en un pueblo pobre, muerto, apático, que encima de lo mal que le pagaban el café a su gente, le estaban robando las piedras de los ríos. Por ironías de la vida, el río se llamaba Mucha Agua. Ese río hoy no existe, se lo robó un funcionario de aquel entonces con sus camiones, nos hurtó el agua a todos y a todas, nos arrebató los sueños.

Al subir las escaleras, se encontró con una puerta impresionante, majestuosa, le daba miedo abrirla, era mejor observarla, ella misma era ya una obra de arte. Las secretarias del antedespacho no esperaban una estudiante en jeans y camiseta en su oficina, pero igual fueron amables con ella. Al anunciarle que debía pasar hablar con el rector, a ella se le metió un frío en el estómago, no valieron padrenuestros, ni inspiraciones profundas, se estaba cagando de miedo.

El rector era una persona desconocida, no tenía idea de quién, ni de qué se trataba, pero algo estaba claro: era la máxima autoridad de la universidad y, por lo tanto, tenía injerencias en la realización de sus sueños. La esperaba en una sala sencilla, nada despampanante, era un hombre relativamente joven, de pelo blanco, llevaba una chacabana como acostumbraba a usar su papá, razón por la cual, al verlo, se sintió cómoda.

Había sido llamada para felicitarla por sus artículos y a la vez motivarla a que continuara escribiendo, sin estar acostumbrada a ser elogiada por algo que para ella era intrínseco. A nadie felicitan por respirar, es una necesidad. Conversó con el rector sobre su experiencia en Cambita y él la maravilló con su discurso social. Se despidió del rector, pero antes había hecho un contrato, el de no cercenar su sensibilidad humana, su solidaridad con los y las pobres. Ella no entendía como sus preguntas eran importantes para el rector.

Salió de la oficina radiante, su aura deslumbraba, sus ojos brillaban. Tenía ganas de decirle al mundo que vale la pena luchar. Cambita, no todos los jefes son iguales, los hay diferentes, no te canses. Quería cantar, quería bailar, quería vivir. Bajó las escaleras con la mochila repleta de ilusiones y el tanque lleno de sueños.

Hoy, cuando por azares del destino tiene que subir de nuevo esas mismas escaleras, que continúan siendo hermosas y brillantes, sus sueños no se han cumplido, el tanque ha ido vaciándose. Los y las jóvenes con deseos de luchar han emigrado, y Cambita no tiene agua ni ríos……..